La rana Renata era la mejor cocinera de los pantanos y a su selecto
restuaurante acudían todas las ranas y sapos de los alrededores. Sus
"moscas en salsa de bicho picante" o sus "alitas de libélula
caramelizadas con miel de abeja" eran delicias que ninguna rana debía
dejar de probar, y aquello hacía sentirse a Renata verdaderamente
orgullosa.
Un día, apareció en su restaurante Sopón dispuesto a cenar. Sopón era un
sapo grandón y un poco bruto, y en cuanto le presentaron los exquisitos
platos de Renata, comenzó a protestar diciendo que aquello no era
comida, y que lo que él quería era una buena hamburguesa de moscardón.
Renata acudió a ver cuál era la queja de Sopón con sus platos, y cuando
este dijo que todas aquellas cosas eran "pichijiminadas", se sintió tan
furiosa y ofendida, que sin mediar palabra le arreó un buen sartenazo.
Menuda trifulca se armó. A pesar de que Renata enseguida se dio cuenta
de que tenía que haber controlado sus nervios, y no dejaba de pedir
disculpas a Sopón, éste estaba tan enfadado, que decía que sólo sería
capaz de perdonarla si él mismo le devolvía el sartenazo. Todos trataban
de calmarle, a sabiendas de que con la fuerza del sapo y la pequeñez de
la rana, el sartenazo le partiría la cabeza. Y como Sopón no aceptaba
las disculpas, y Renata se sentía fatal por haberle dado el sartenazo,
Renata comenzó a hacer de todo para que le perdonara: le dio una pomada
especial para golpes, le sirvió un exquisito licor de agua de charca e
incluso le preparó.. ¡una estupenda hamburguesa de moscardón!
Pero Sopón quería devolver el porrazo como fuera para quedar en paz. Y
ya estaban a punto de no poder controlarle, cuando aparecio un anciano
sapo caminando con ayuda de unas muletas.
- Espera Sopón-dijo el anciano- podrás darle el sartenazo cuando yo te
rompa la pata. Recuerda que yo llevo muletas por tu culpa.
Sopón se quedó paralizado. Recordaba al viejo que acababa de entrar. Era
Sapiencio, su viejo profesor que un día le había salvado de unos niños
gamberros cuando era pequeño, y que al hacerlo se dejó una de sus patas.
Recordaba que todo aquello ocurrió porque Sopón había sido muy
desobediente, pero Sapiencio nunca se lo había recordado hasta ahora...
Entonces Sopón se dio cuenta de que estaba siendo muy injusto con
Renata. Todos, incluso él mismo, cometemos errores alguna vez, y
devolver golpe por golpe y daño por daño, no hacía sino más daño . Así
que, aunque aún le dolía la cabeza y pensaba que a Renata se le había
ido la mano con el sartenazo, al verla tan arrepentida y haciendo de
todo para que le perdonase, decidió perdonarle. Y entonces pudieron
dedicar el resto del tiempo a reirse de la historia y saborear la rica
hamburguesa de moscardón, y todos estuvieron de acuerdo en que aquello
fue mucho mejor que liarse a sartenazos.
Autor: Pedro Pablo Sacristan
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